El aula es el espacio en el
que las interacciones ponen en juego cosmovisiones,
convicciones estereotipadas, o no. Es, a través de las conversaciones de aula que se configuran los procesos y prácticas de formación de las personas. Celia Rosemberg
(2002) da cuenta de algunas de las perspectivas teórico-metodológicas que
estudian la conversación entre docentes y estudiantes, destacando sus aspectos
sociales, lingüístico-discursivos y
cognitivos-educacionales.
Desde la perspectiva de la
pedagogía crítica, Aubert et al. (2004)
señalan que sus investigaciones muestran cómo las personas resuelven
situaciones conflictivas o se enfrentan a nuevos aprendizajes dialogando. Las
personas interactúan y se ayudan entre
sí , compartiendo conocimientos o enfrentándose a nuevos desafíos. Así pues, el
diálogo preside buena parte de los aprendizajes que realizamos a lo largo de la
vida. El aprendizaje dialógico se extiende
a cualquier situación educativa y no sólo consigue incrementar los
aprendizajes sino que contiene un potencial importante para promover la
transformación social. Va más allá de un aprendizaje significativo, o de partir
de conocimientos previos de los estudiantes al establecer dinámicas de aprendizaje en las que, además de colaborar, se
consideren válidas todos los aportes.
En ambos conceptos,
conversación y diálogo está presente la idea de un encuentro entre iguales, aspecto
crucial para una formación para la participación social, para una ciudadanía
responsable y, en definitiva, para una recreación de las prácticas democráticas
auténticas.